Vale la pena darlo todo por Jesús

Europa

Cuando tenía unos 6 años, me senté en una pequeña iglesia rural a escuchar a un misionero hacer una oración que cambió mi vida para siempre. Él oró para que Dios llamara a alguien a las misiones, y en el momento de silencio que siguió oí una voz susurrar...Te quiero a ti. Probablemente era la primera vez que escuchaba a Dios hablar, y recuerdo haber dicho...¡No! Al instante empecé a compararme con todos los presentes y pensé que Dios se había equivocado. Pero sentí que lo correcto para un cristiano era acompañar mi «No» con... Si me quieres a mí, vas a tener que ser tú quien me lleve hasta allí.

Tenía diecisiete años, estaba asustada, un poco destrozada por dentro y me preguntaba cómo iba a ser mi vida. Estaba en una relación poco saludable, y mi relación con Dios consistía más bien en contarle a Dios mis planes y esperar que él hiciera su parte para que mis sueños se hicieran realidad. Entonces Dios empezó a hablarme. Elina, puedes seguir viviendo esta vida como la estás viviendo, y puede que seas feliz, pero nunca irás a donde yo quiero que vayas, nunca harás lo que yo quiero que hagas y nunca llegarás a alcanzar la plenitud del ser para la que yo te he creado.¡Qué momento! Dios no puso mi felicidad en juego; sino que me recordó algo mucho más profundo: mi propósito.

Después de ese momento han pasado muchas cosas que me han llevado hasta donde estoy hoy. Vivo en Leipzig, Alemania, con mi marido, Tyler. Dios milagrosamente cambió su vida y lo llamó a las misiones. Nos juntó y comenzó a formarnos para su propósito aquí en Alemania. Hemos plantado dos iglesias y esperamos plantar más. Lo que más anhelo es ver que la gente no solo acepte a Jesús como Señor, sino que sea transformada y viva su vida como Jesús vivió la suya: ¡con todo!

Lo que he aprendido a través de este proceso es que tenemos que despojarnos de nosotros mismos para encontrar realmente quiénes somos en Cristo y cuáles son realmente nuestro propósito y nuestros deseos más profundos. Intenté vivir mi vida a mi manera, y estaba mal y me sentía insatisfecha. Le entregué mi vida a Jesús, y mi vida sigue teniendo desafíos del tamaño de una montaña, pero la diferencia es saber que estoy cumpliendo mi propósito y caminando por esta vida de la mano de Aquel que conoce todos mis pasos. Cuando la vida y el ministerio son difíciles, sé que también valen la pena, y no hay nada más en este mundo que pueda llenarme como lo hace Jesús. Vale la pena darlo todo por Jesús.

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